Me gustaría proponeros en esta ocasión la lectura del libro de Ovidio Peñalver, “Emociones Colectivas”, que me ha parecido muy acertado en sus reflexiones sobre las emociones que se generan en grupos a los que pertenecemos, (sistemas).
El conocer y aprender a gestionar estas emociones de forma eficiente es una clave para el éxito de nuestras relaciones con los miembros de estos equipos y para la consecución de los objetivos propuestos, (profesionales y/o personales).
Os detallo algunas de las ideas que considero más relevantes:
- Cualquier miembro de un sistema tiene derecho a pertenecer a él. Este derecho conlleva también la obligación de aportar esfuerzo y apoyo. En nuestros sistemas familiares este derecho es de por vida, (siempre seré el padre, hijo o hermano), mientras que en el resto de sistemas, profesionales y sociales, puede ser temporal. Los balances desequilibrados en los sistemas suscitan el descontento y los sentimientos de culpa, pidiendo una compensación. A su vez, los sistemas toman y dan constantemente de otros sistemas, garantizando su supervivencia el equilibrio de estos intercambios.
- En el ámbito profesional, la organización no sólo “piensa”, (genera y gestiona información y datos), sino que también “quiere”, (declara la voluntad de conseguir retos y objetivos) y “siente”, (vive en un trasfondo emocional, que facilita o dificulta sus resultados).
- El estado emocional de un sistema expande o contrae el talento del mismo, influyendo en su desempeño y resultado. Es como si la variable “sentir” tuviera un efecto multiplicador sobre las variables “saber” y “querer”, impulsando o limitando poderosamente las posibilidades del sistema. Parece lógico, pues, aspirar a gestionar esas emociones colectivas, lo que supone actuar en lo que va a ser factible o no, en el espacio de posibilidades del sistema.
- Los estados de ánimo de un grupo se relacionan con los juicios colectivos que sus integrantes emiten acerca de lo que ocurre en el sistema y en su entorno.
¿Cómo estamos funcionando? ¿Cómo es nuestra organización? ¿Compensa el esfuerzo y dedicación que aportamos? ¿Se percibe justicia distributiva? ¿Cada uno ocupa su lugar? ¿Tenemos una visión y expectativas que nos ilusionen?
- Si a veces es difícil tener clara una visión en el ámbito individual, más lo suele ser en el ámbito colectivo. Se tienen que aunar las voluntades y corazones de varias o muchas personas, lo cual requiere, además, pericia y grandes dosis de impacto e influencia en el momento de comunicarse.
- ¿Qué se puede hacer para mejorar la emocionalidad de un sistema empresarial? Básicamente encontrar el equilibrio entre el rol de gestores con el de líderes, es decir, estar orientados al cumplimiento de la tarea (gestionar los recursos, planificar, organizar, supervisar el trabajo…) y al desarrollo de los colaboradores, (formular visiones y retos ilusionantes, generar espacios que motiven, potenciar el talento…).
¿Cuáles son las características de un sistema emocionalmente maduro?
1. Existe autoconocimiento de las emociones y estados de ánimo.
2. Hay una visión retante e ilusionante, compartida y apoyada por la mayoría.
3. Las creencias sobre misión, visión y valores están explicitadas y generan cultura real.
4. Se es consciente de las situaciones de estrés o dificultad y se es flexible a las demandas concretas del entorno.
5. Se apalanca en “anclajes positivos», que generan emocionalidad saludable.
6. Se practica en enfoque múltiple y el respeto a la diferencia.
7. Se respeta el equilibrio entre “dar y recibir” entre los miembros del sistema.
8. Se gestionan de forma abierta los conflictos interpersonales.
9. La comunicación es abierta y fluida, estimulando la creatividad.
10. Se fomenta la complementariedad de roles y se respetan y valoran los talentos de cada integrante.
¿Sabrías identificar las emociones de los sistemas de los que formas parte? ¿Cómo se gestiona internamente esta emocionalidad? ¿Qué aspectos podrían mejorarse? ¿Cómo influye esta emocionalidad en cada uno de los miembros del sistema y en su evolución?